sábado, 4 de octubre de 2014
CAPITULO 20
Camino a la puerta de mi apartamento, pero me detengo cuando escucho a alguien hablando. Presiono mi oreja en la puerta y escucho.
Gonzalo está teniendo una conversación unilateral en la sala, presumiblemente con alguien en el otro extremo de su celular.
No puedo entrar ahora. Él cree que estoy en la cama.
Miro de vuelta hacia la puerta del apartamento de Pedro, pero no pienso tocar. No sólo porque eso sería raro, sino también porque significaría que él dormiría menos de lo que ya va a dormir.
Camino al ascensor y decido sentarme por la próxima media hora en el vestíbulo, esperando que Gonzalo regrese a su habitación pronto.
Es ridículo que incluso sienta que tengo que esconder esto de Gonzalo, pero la última cosa que quiero es que se moleste con Pedro. Y eso es exactamente lo que pasaría.
Llego al vestíbulo y camino fuera del ascensor, para nada segura de lo que estoy haciendo. Supongo que podría esperar afuera en mi auto.
—¿Estás perdida?
Echo un vistazo a Cap, que está sentado en su lugar habitual, a pesar del hecho de que es casi medianoche.
Palmea la silla vacía a su lado. —Toma asiento.
Camino hacia la silla vacía. —No traje nada de comida esta vez — digo—. Lo siento.
Sacude su cabeza. —No me gustas por tu comida, Paula. No eres tan buena cocinera.
Río, y se siente tan bien reír. Las cosas simplemente han sido muy intensas en el último par de días.
—¿Cómo estuvo Acción de Gracias? —pregunta—. ¿Tuvo el chico un buen momento?
Lo miro e inclino mi cabeza con confusión. —¿El chico?
Él asiente. —El señor Alfonso. ¿No pasó las festividades contigo y tu hermano?
Asiento, entendiendo su pregunta ahora. —Sí —digo.
Quiero agregar que estoy muy segura de que el señor Alfonso acaba de pasar la mejor Acción de Gracias que haya tenido en seis años, pero no lo hago—. El señor Alfonso lo paso genial.
—¿Y por qué esa sonrisa?
Inmediatamente, quito la sonrisa que no me había dado cuenta que estaba plasmada en mi rostro. Arrugo mi nariz. —¿Cuál sonrisa?
Cap ríe. —Oh, demonios —dice—. ¿Tú y el chico? ¿Estás enamorada, Paula?
Sacudo mi cabeza. —No —digo inmediatamente—. No es así.
—¿Cómo es, entonces?
Aparto la mirada rápidamente, tan pronto como siento el rubor corriendo hacia mi cuello. Cap ríe cuando ve mis mejillas tornarse rojas como la silla donde estamos sentados.
—Puedo ser viejo, pero eso no significa que no pueda leer el lenguaje corporal —dice—. ¿Esto significa que tú y el chico están… cuál es el término que se usa ahora? ¿Conectando? ¿Follando?
Me inclino hacia delante y entierro mi cara entre mis manos.
No puedo creer que esté teniendo esta conversación con un hombre de ochenta años.
Rápidamente, sacudo mi cabeza. —No voy a responder eso.
—Lo veo —dice Cap con un asentimiento. Ambos estamos callados por un momento mientras procesamos lo que más o menos le acabo de decir—. Bueno, bueno —dice él—. Quizás el chico realmente sonreirá de ahora en adelante.
Asiento concordando por completo. Definitivamente me gustaría ver más de su sonrisa. —¿Podemos cambiar de tema ahora?
Cap gira lentamente la cabeza hacia mí y arquea su gruesa ceja gris.
—¿Alguna vez te he contado sobre la vez que encontré un cadáver en el tercer piso?
Niego con la cabeza, aliviada de que él cambiara de tema, pero confundida de que saber sobre un cadáver, de alguna manera, me haya ayudado a encontrar alivio.
Soy tan morbosa como Cap.
CAPITULO 19
Mis manos están en sus hombros, por lo que las deslizo sobre su espalda y empiezo a tirar de su camisa. Libera mi rostro y levanta sus brazos así puedo sacársela. Me recuesto y lo examino, justo como él está examinándome ahora mismo. Paso mis manos sobre su pecho, tocando
cada contorno de cada músculo. —Eres hermoso, también.
Presiona sus palmas en mi espalda, instándome a sentarme recta.
Tan pronto como lo hago, baja su boca a mi pecho y lentamente desliza su lengua sobre mi pezón. Gimo, y lo cubre completamente con su boca.
Una de sus manos se mueve a mi cadera y se desliza debajo del dobladillo de mi ropa interior. —Te quiero acostada —susurra. Mantiene una mano en mi espalda mientras perfectamente cambia las posiciones, llevándome de su regazo a la cama. Se cierne sobre mí ahora, sacando mi ropa interior mientras su lengua se hunde dentro de mi boca. Mis manos inmediatamente aterrizan en el botón de sus vaqueros, y los desabrocho,pero se aparta rápidamente—. Yo no haría eso aún —advierte—. De otra forma esto acabará más rápido de lo que empezó.
Soy de la clase de “no me importa cuánto dure”. Es sólo que
realmente lo quiero sin ropa.
Empieza a deslizar mi ropa interior fuera de mí. Curva una de mis piernas y la retira por mi pie, entonces hace los mismo con la otra.
Definitivamente ya no me mira a los ojos.
Le permite a mis piernas caer de vuelta a la cama mientras se pone de pie con la espalda recta y da dos pasos lejos de mí.
—Guau —susurra, mirándome. Sólo está parado allí, mirando mientras permanezco desnuda en su cama, mientras él aún está en la comodidad de sus vaqueros.
—Esto se siente un poco injusto —digo.
Sacude su cabeza y coloca un puño contra su boca, mordiendo sus nudillos. Se da la vuelta hasta que su espalda está hacia mí y toma una larga y profunda respiración. Me enfrenta de nuevo, desplazándose sobre
la longitud de mi cuerpo hasta que encuentra mis ojos. —Es demasiado, Paula.
Siento la decepción filtrarse con esas palabras. Él aún está
sacudiendo su cabeza, pero camina hacia la mesita de noche. Recoge la caja de condones y la abre, entonces saca uno y lo pone entre sus dientes,abriéndolo.
—Lo siento —dice, frenéticamente saliendo de sus vaqueros—Quería que esto fuera bueno para ti. Quería que fuera memorable, por lo menos. —Está fuera de sus vaqueros ahora. Mirando mis ojos, pero encuentro difícil mantener el contacto visual con él, porque ahora no lleva ropa interior—. Pero si no estoy dentro de ti en dos segundos, esto va a ser
muy embarazoso para mí.
Camina rápidamente hacia mí y de alguna manera se coloca el condón al mismo tiempo que separa mis rodillas a cada lado con su otra mano. —Te lo recompensaré en un par de minutos. Lo prometo —dice, deteniéndose entre mis piernas, esperando por mi aprobación.
—Pedro —digo—, no me preocupa nada de eso. Sólo te quiero dentro de mí.
—Gracias a Dios —suspira. Toma mi pierna detrás de la rodilla con su mano derecha, y entonces sus labios encuentran los míos. Se empuja dentro de mí tan inesperadamente duro y rápido que prácticamente grito
en su boca. No se detiene a preguntar si duele. No reduce el ritmo. Se empuja más duro y profundo hasta que no hay alguna forma posible en la que podríamos estar más cerca.
Duele, pero de la mejor manera posible.
Estoy gimiendo en su boca, y él está gimiendo en mi cuello, y sus labios están por todas partes, junto con sus manos.
Es duro. Es carnal, áspero y ardiente, y no es silencioso en lo absoluto. Es rápido, y puedo decir por la tensión en su espalda, debajo de mis manos, que tenía razón.
Esto no le tomará mucho.
—Paula—respira—. Dios, Paula.
Los músculos de sus piernas se ponen tensos, y empieza a temblar.
—Joder —gime. Sus labios presionan los míos, duro y permanece quieto, a pesar de los temblores avanzando a través de sus piernas y espalda.
Aparta su boca de la mía y exhala una gran bocanada de aire, dejando caer su frente al lado de mi cabeza—. Jesús, jodido Cristo —dice, todavía tenso, temblando. Aún presionado profundamente dentro de mí.
Al segundo que sale de mí, sus labios están en mi cuello,
moviéndose hacia abajo hasta que encuentran mis pechos.
Los besa pero sólo brevemente antes de regresar a mi boca de nuevo. —Quiero probarte —dice—. ¿Eso está bien?
Asiento.
Asiento vigorosamente.
Se aparta de la cama, quitándose el condón, y volviendo a su lugar junto a mí. Lo observo todo el tiempo, porque por mucho que él no quiso saber cuánto tiempo ha pasado desde que estuve con un chico, ha sido casi un año. Eso no es nada cerca de los seis años que él ha esperado, pero ha sido tanto que no quiero perderme esto por mantener mis ojos cerrados. Especialmente ahora que tengo la oportunidad de mirar libremente esa V y no tener que estar avergonzada por el hecho de que no puedo quitar mis ojos de él.
Mira mi cuerpo con la misma fascinación mientras sus manos se deslizan sobre mi estómago, luego se mueven hacia abajo hasta llegar a mis muslos. Separa mis piernas mientras observa lo que está haciéndome con tanto embelesamiento que tengo que mantener los ojos abiertos para poder verlo mirarme. Darme cuenta de lo que le provoco es suficiente para encenderme sin que él me esté tocando siquiera.
Dos de sus dedos se deslizan dentro de mí, y de repente encuentro un poco demasiado difícil continuar observándolo.
Su pulgar se mantiene afuera, jugando con cada punto que pueda tocar. Gimo y dejo caer mis manos en la cama sobre mi cabeza mientras mis ojos se cierran.
Ruego para que no se detenga. No quiero que se detenga.
Su boca encuentra la mía, y me besa suavemente, sus labios un fuerte contraste a la presión de sus manos. Su boca lentamente empieza a explorar un camino hacia mi barbilla hasta que está en mi cuello, la curva en mi garganta, deslizándose por mi pecho, cubriendo mi pezón, bajando hacia mí estómago, hacia abajo, abajo, santa mierda, abajo.
Se posiciona entre mis piernas, dejando sus dedos dentro de mí mientras su lengua encuentra mi piel, separándome, causando que mi espalda se arqueé y mi mente se vaya lejos.
Sólo lo dejo ir.
No me importa estar gimiendo tan fuerte que probablemente acabo de despertar a todo el piso.
No me importa estar enterrando mis talones en el colchón, tratando de apartarme porque es demasiado.
No me importa que sus dedos me abandonen con el fin de agarrar mis caderas y sostenerme contra su boca, negándose a dejarme ir, gracias a Dios.
No me importa estar más que probablemente hiriéndolo, tirando de su cabello, empujándolo dentro de mí. Haciendo lo que sea que puedo para alcanzar un punto tan alto en el que estoy casi segura que nunca he estado antes.
Mis piernas empiezan a temblar, y sus dedos encuentran su camino dentro de mí. Estoy muy segura de que trato de silenciarme con su almohada, porque no quiero que lo echen del edificio por gritar tan alto como necesito gritar ahora mismo.
Y de repente, siento como si estuviera en el aire, volando.
Siento que si pudiera bajar la mirada, habría un sol saliente debajo de mí. Siento como si estuviera volando.
Estoy…
Oh, Dios.
Estoy…
Jesús, Cristo.
Estoy… Esto… él.
Estoy cayendo.
Estoy flotando.
Guau.
Guau, guau, guau.
Nunca quiero tocar el suelo de nuevo.
Cuando me he derretido completamente en la cama, sube su boca hambrienta por mi cuerpo. Quita la almohada de mi cara y la arroja a un lado, entonces me besa brevemente.
—Una vez más —dice. Está fuera de la cama y vuelve a ella en cuestión de segundos. Luego está dentro de mí de nuevo, pero ni siquiera trato de abrir mis ojos esta vez, mis brazos permanecen extendidos por encima de mi cabeza, y sus dedos entrelazados con los míos, y está empujando, empujando, viviendo dentro de mí. Nuestras mejillas están
presionadas juntas, y su frente está contra mí almohada, y ninguno de nosotros tiene la energía restante para siquiera hacer un sonido está vez.
Inclina su cabeza hasta que sus labios encuentran mi oreja, y luego ralentiza a un movimiento suave, empujando dentro de mí para después salir completamente. Se sostiene, entonces empuja dentro de mí de nuevo, y luego sale una vez más. Lo repite varias veces, y todo lo que puedo hacer
es acostarme aquí y sentirlo.
—Paula —susurra, sus labios cerca de mi oreja. Sale de mí y se detiene de nuevo—, ya puedo decir esto con un cien por ciento de certeza.
Se empuja de vuelta dentro de mí.
—La.
Se sale, luego repite su movimiento otra vez.
—Mejor.
De nuevo.
—Cosa.
De nuevo.
—Que.
De nuevo.
—Alguna vez.
De nuevo.
—He sentido.
Se queda quieto, respirando pesadamente contra mi oreja,
agarrando mis manos tan duro que duelen; pero no hace un sólo sonido mientras se viene por segunda vez.
No nos movemos.
No nos movemos por un largo tiempo.
No puedo quitar la sonrisa exhausta de mi rostro. Estoy segura que es permanente ahora.
Pedro se aparta y me mira. Sonríe cuando ve mi cara, y al mirarlo me llama la atención que nunca hizo contacto visual conmigo durante todo el tiempo que estuvo dentro de mí.
Eso me hace preguntarme si fue intencional o sólo una coincidencia.
—¿Comentarios? —pregunta en broma—. ¿Sugerencias?
Sonrío. —Lo siento. Sólo... no puedo… palabras... —Sacudo mi cabeza, dejándole saber que todavía necesito un poco más de tiempo para hablar.
—Estupefacta —dice—. Aún mejor.
Me besa en la mejilla, luego se pone de pie y camina a su baño.
Cierro mis ojos y me pregunto cómo demonios haremos para que toda esta cosa entre nosotros termine bien.
No puede terminar bien.
Ya puedo decirlo, porque nunca quiero hacer esto con nadie más de nuevo.
Solo con Pedro.
Regresa del baño y se agacha para recoger su ropa interior.
También recoge mi ropa interior y mis vaqueros en el proceso, y los tiende en la cama junto a mí.
¿Supongo que esta es su señal de que me quiere vestida?
Me siento y observo mientras recoge mi sostén y camiseta, y me las entrega. Cada vez que sus ojos encuentran los míos, él sonríe, pero se me está haciendo muy difícil sonreírle de vuelta.
Una vez que estoy vestida, me detiene y me besa. Luego envuelve sus brazos a mi alrededor. —He cambiado de opinión —dice—. Después de esto, estoy muy seguro que los próximos días serán pura tortura.
Mordisqueo mi sonrisa, pero no lo nota, porque aún estoy envuelta en sus brazos. —Sip.
Besa mi frente. —¿Puedes cerrar la puerta cuando salgas?
Trago mi decepción y de algún modo encuentro la fuerza para sonreírle cuando me libera. —Seguro. —Camino hacia la puerta de su dormitorio y lo escucho caer en su cama.
Me voy, sin saber qué sentir. No me prometió nada más que lo que acaba de pasar entre nosotros. Hicimos lo que de buen agrado acepté, lo cual fue tener sexo.
Sólo no esperaba esta abrumadora sensación de vergüenza.
No por la forma en que me despidió inmediatamente después de hacerlo, sino por la forma en que el despido me hizo sentir. Creí que quería que esto fuera estrictamente sexo entre nosotros, tanto como él, pero basada en el latir
que mi corazón tomó en los últimos minutos, no estoy tan segura de ser capaz de algo simple con él.
Hay una pequeña voz en la parte posterior de mi cabeza que me advierte que me aleje de esta situación antes de que las cosas se tornen demasiado complicadas.
Desafortunadamente, hay una voz más fuerte alentándome a sólo ir por ello, diciéndome que merezco un poco de
diversión en mi vida, con todo el trabajo que tengo.
Sólo pensar sobre cuánto disfruté esta noche es suficiente para hacerme aceptar, e incluso abrazar, su indiferencia posterior. Tal vez con un poco más de práctica, incluso hasta logre aprender cómo ser indiferente también.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)