viernes, 10 de octubre de 2014

CAPITULO 34



PEDRO



Seis años antes…



—Se te está saliendo el ombligo —le digo. Paso mis dedos sobre su
estómago desnudo, y la beso—. Es lindo.
Presiono mi oído en su piel y cierro los ojos. —Apuesto a que te
sientes solo
allí —digo—. ¿Te sientes solo ahí, amigo?
Romina se ríe. —Sigues hablándole a un niño. ¿Y si es una niña?
Le digo Romina lo que sea que sea, lo amaré igual. Ya
lo amo.
O a ella.
Nuestros padres están fuera de la ciudad. Jugamos a la casita otra vez,
excepto que esta vez, realmente no jugamos. Es algo serio.
—Entonces, ¿qué pasa si esta vez él le pide matrimonio?
—pregunta.
Le digo que no se preocupe. Le digo que no le va a pedir
matrimonio. Iba
a preguntarme primero antes de hacerlo. Lo conozco bien.
—Tenemos que decirles —digo.
Asiente. Sabe que tenemos que decirles. Han pasado tres
meses. Nos graduamos en dos. Se le está empezando a notar.
Se le está saliendo el ombligo. Es lindo.
—Debemos decirles mañana —digo.
Está de acuerdo.
Me alejo de su estómago y me acuesto a su lado. La pongo
contra mí. Toco su cara.
—Te amo, Romina —le digo.
No está tan asustada ahora. Me dice que también me ama.
—Estás haciendo un buen trabajo —digo. No sabe de lo que
hablo, por lo que sonrió y toco su estómago—. Lo estás cuidando
muy bien. Seguro que vas a crear al
mejor bebé que haya creado una mujer.
Se ríe de mi estupidez.
Me amas tanto, Romina.
La miro —a la chica que le di mi corazón—, y me pregunto
cómo soy tan afortunado.
Me pregunto por qué me ama tanto como la amo.
Me pregunto lo que va a decir mi papá cuando se entera de
nosotros.
Me pregunto si Lisa me odiará. Me pregunto si querrá llevarla
de regreso a Phoenix.
Me pregunto cómo puedo convencerlos de que lo tenemos bajo control.
—¿Cómo vamos a llamarlo? —pregunto.
Está emocionada cuando le pregunto esto. Le gusta hablar de nombres.
Dice que si es una niña, quiere llamarla Clara. Como su
abuela.
Digo que me hubiera gustado conocer a su abuela. Quiero saber de la
mujer que le dará el nombre a mi hija. Me cuenta que su
abuela me habría amado. Digo que me encanta el nombre
Clara.
—¿Y si es un niño? —pregunto.
—Puedes escoger el nombre del niño —dice.
Digo que es un montón de presión. Digo que tendrá que vivir con
su nombre el resto de su vida. Dice—: Entonces es mejor que escojas
uno bueno.
Más vale que escoja uno bueno.
—Uno que significa algo para ti —dice.
Uno que signifique algo para mí.
Le digo que tengo el nombre perfecto para él.
Quiere saber cuál es. Digo que no le voy a decir. Voy
a decírselo después de que se convierta en su nombre.
Después de que nazca.
Me dice que estoy demente. Que se niega a dar a luz a
nuestro bebé hasta que sepa su nombre.
Me río. Le digo que no tiene elección.
Me dice que estoy loco.
Te encanta eso de mí, Romina.

CAPITULO 33




Está silencioso.


Está muy silencioso y no sé si es porque los dos fuimos tan ruidosos hace apenas unos segundos, o si sólo necesita un minuto para recuperarse.


Sigue dentro de mí, pero ha terminado. Sólo que no se mueve. Una de sus manos todavía me cubre la boca y la otra sigue apretando mis dedos. Su cara todavía está enterrada en mi cuello.


Pero está tan increíblemente quieto que tengo miedo de moverme. Ni siquiera lo siento respirar.


Lo primero que mueve es la mano, para alejarla de mi boca. Separa los dedos de los míos y los endereza, alejándolos lentamente de los míos.


Presiona las manos contra la mesa y levanta la cara de mi cuello. Sale de mí sin hacer ruido.


Todavía está muy silencioso, así que no me muevo.


Lo escucho mientras se acomoda los pantalones y sube la
cremallera.


Oigo sus pasos mientras se aleja.


Está alejándose.


La puerta del dormitorio se cierra y me estremezco. Mi mejilla y las palmas y el estómago siguen completamente contra su mesa, pero ahora también lo están mis lágrimas.


Están cayendo.


Cayendo, cayendo, cayendo y no puedo detenerlas.


Estoy apenada. Estoy avergonzada. No tengo ni idea de qué diablos le pasa, pero tengo demasiado orgullo y muy poco coraje como para ir a descubrirlo


Esto se siente como un fin. No estoy segura de si estaba lista para que esto fuera el final. No estoy segura de si estaba lista para que alguna vez haya un final y me odio por permitir que mis sentimientos lleguen a ese punto.


También estoy enojada porque aquí estoy, de pie en su apartamento, buscando mis pantalones, tratando de detener mis ridículas lágrimas, todavía sintiendo los restos de él deslizándose por mi pierna y no tengo ni puta idea de por qué tuvo que arruinarlo.


Arruinarme.


Termino de vestirme y me voy.