domingo, 28 de septiembre de 2014
CAPITULO 5
—¿Cuántas cajas tienes? —pregunta Gonzalo. Se coloca sus zapatos junto a la puerta y yo tomo mis llaves.
—Seis, más tres maletas y toda mi ropa en ganchos.
Gonzalo camina hacia la puerta directamente al otro lado del pasillo y la golpea, luego se da la vuelta y se dirige hacia los ascensores. Presiona el botón de bajada. —¿Le dijiste a mamá que llegaste?
—Sí, le escribí un mensaje anoche.
Escucho la puerta de su apartamento abrirse justo cuando el ascensor llega, pero no me doy la vuelta para mirarlo salir. Entro en él, y Gonzalo detiene el ascensor para esperar a Pedro.
Pierdo la guerra tan pronto como le lanzo un vistazo. La guerra que ni siquiera sabía que estaba luchando. No pasa muy seguido, pero cuando encuentro a un chico atractivo, es mucho mejor si pasa con una persona con la que quiero que pase.
Pedro no es la persona por la que quiero sentir esto. No quiero sentirme atraída por un chico que bebe hasta olvidar, llora por otras chicas, y que ni siquiera recuerda si se metió conmigo la noche anterior.
Pero es difícil no notar su presencia cuando su presencia se convierte en todo.
—Deberían ser sólo dos viajes —le dice Gonzalo a Pedro, mientras presiona el botón hacia el primer piso.
Pedro me está mirando, y no puedo juzgar bien su comportamiento, ya que aún luce enojado. También lo miro, porque no importa cuán atractivo pueda ser con esa actitud, sigo esperando por el gracias que nunca obtuve.
—Hola —dice Pedro finalmente. Da un paso hacia delante, e ignora por completo la política tácita de ascensores, cuando se acerca demasiado y extiende su mano—. Pedro Alfonso Vivo al otro lado del pasillo.
Y estoy confundida.
—Creo que ya hemos establecido eso —digo, mirando su mano extendida.
—¿Empezar de nuevo? —dice, arqueando la ceja—. ¿Con el pie derecho? —Ah. Sí. Le dije eso.
Tomo su mano y la agito. —Paula Chaves. Soy la hermana de Gonzalo.
—La manera en la que retrocede y mantiene sus ojos en los míos me hace sentir un poco incómoda, ya que Gonzalo se encuentra de pie a sólo unos cuantos pasos. Sin embargo, a Gonzalo no parece importarle. Nos ignora a ambos, al estar pegado a su teléfono.
Pedro finalmente aleja su mirada y saca su teléfono del bolsillo.
Aprovecho la oportunidad para estudiarlo, mientras su atención no se encuentra centrada en mí.
Llego a la conclusión de que su apariencia es completamente contradictoria. Es como si dos creadores diferentes estuviesen en guerra cuando él fue imaginado. La fuerza en su estructura ósea contrasta con la suave apariencia de sus labios. Se ven inofensivos e invitadores
comparados con la rudeza de sus rasgos y la cicatriz dentada que pasa a lo largo del lado derecho de su mandíbula.
Su cabello no puede decidir si quiere ser castaño o rubio, u
ondulado o liso. Su personalidad cambia entre invitador y cruelmente indiferente, confundiendo mi habilidad de discernir entre caliente y frío.
Su postura casual está en guerra con la fiereza que he visto en sus ojos.
Sus ojos no pueden decidir si quieren mirar a su teléfono o a mí, ya que vacilan una y otra vez antes de que las puertas del ascensor se abran.
Dejo de mirar y salgo del ascensor primero. Cap se encuentra sentado en su silla, tan vigilante como siempre. Nos mira a los tres salir del ascensor y toma los brazos de la silla para levantarse lenta y temblorosamente. Gonzalo y Pedro lo saludan con un movimiento de cabeza y siguen caminando.
—¿Cómo estuvo tu primera noche, Paula? —pregunta con una sonrisa, deteniéndose a medio camino. El hecho de que ya se sabe mi nombre no me sorprende, ya que hasta sabía a cuál piso me dirigía anoche.
Miro la parte posterior de la cabeza de Pedro mientras ellos
continúan sin mí. —Un poco agitada, en realidad. Creo que mi hermano no es muy bueno al elegir de quién se hace amigo.
Miro a Cap, quién ahora se encuentra mirando también a Pedro. Las líneas arrugadas de su boca se tuercen en línea recta, y niega con la cabeza ligeramente. —Ah, a ese chico probablemente nadie puede ayudarlo —dice, ignorando mi comentario.
No estoy segura de si se refiriere a Gonzalo o a Pedro cuando dice “ese chico”, pero no pregunto.
Cap se da la vuelta alejándose de mí, y comienza a arrastrarse en dirección a los baños del vestíbulo. —Creo que me oriné encima — murmura.
Lo miro desaparecer a través de las puertas del baño,
preguntándome hasta qué punto la vida de una persona se vuelve tan vieja como para perder su filtro al hablar. Aunque Cap no luce como el tipo de hombre que alguna vez tuvo filtro. Me gusta eso de él.
—¡Paula, vamos! —grita Gonzalo desde el otro lado del vestíbulo. Los alcanzo y les muestro el camino hacia mi auto.
Nos toma tres viajes subir todas mis cosas, no dos.
Tres viajes completos en los que Pedro no me dirige otra palabra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario