viernes, 10 de octubre de 2014
CAPITULO 33
Está silencioso.
Está muy silencioso y no sé si es porque los dos fuimos tan ruidosos hace apenas unos segundos, o si sólo necesita un minuto para recuperarse.
Sigue dentro de mí, pero ha terminado. Sólo que no se mueve. Una de sus manos todavía me cubre la boca y la otra sigue apretando mis dedos. Su cara todavía está enterrada en mi cuello.
Pero está tan increíblemente quieto que tengo miedo de moverme. Ni siquiera lo siento respirar.
Lo primero que mueve es la mano, para alejarla de mi boca. Separa los dedos de los míos y los endereza, alejándolos lentamente de los míos.
Presiona las manos contra la mesa y levanta la cara de mi cuello. Sale de mí sin hacer ruido.
Todavía está muy silencioso, así que no me muevo.
Lo escucho mientras se acomoda los pantalones y sube la
cremallera.
Oigo sus pasos mientras se aleja.
Está alejándose.
La puerta del dormitorio se cierra y me estremezco. Mi mejilla y las palmas y el estómago siguen completamente contra su mesa, pero ahora también lo están mis lágrimas.
Están cayendo.
Cayendo, cayendo, cayendo y no puedo detenerlas.
Estoy apenada. Estoy avergonzada. No tengo ni idea de qué diablos le pasa, pero tengo demasiado orgullo y muy poco coraje como para ir a descubrirlo
Esto se siente como un fin. No estoy segura de si estaba lista para que esto fuera el final. No estoy segura de si estaba lista para que alguna vez haya un final y me odio por permitir que mis sentimientos lleguen a ese punto.
También estoy enojada porque aquí estoy, de pie en su apartamento, buscando mis pantalones, tratando de detener mis ridículas lágrimas, todavía sintiendo los restos de él deslizándose por mi pierna y no tengo ni puta idea de por qué tuvo que arruinarlo.
Arruinarme.
Termino de vestirme y me voy.
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