viernes, 26 de septiembre de 2014
CAPITULO 2
Mi cabeza cae contra la puerta otra vez. Tengo la sensación de que los próximos meses van a estar llenos de favores inconvenientes, ya que él sabe que me está haciendo uno enorme por dejarme quedarme aquí.
¿Platos sucios? Claro. ¿Lavar la ropa de Gonzalo? Seguro. ¿Comprar los alimentos de Gonzalo? Por supuesto.
—¿Qué necesitas? —le pregunto.
—Como que Pedro precisa tu ayuda.
—¿El vecino? —Hago una pausa tan pronto como encaja, y cierro los ojos—. Gonzalo, por favor no me digas que el tipo al que llamaste para protegerme del tipo borracho, es el tipo borracho.
Gonzalo suspira. —Necesito que desbloquees la puerta y lo dejes entrar. Déjalo derrumbarse en el sofá. Yo estaré allí a primera hora de la mañana. Cuando se le pase la borrachera, sabrá dónde está e irá directo a casa.
Sacudo la cabeza. —¿En qué tipo de complejo de apartamentos vives? ¿Necesito prepararme para ser manoseada por gente borracha cada vez que llegue a casa?
Larga pausa. —¿Te manoseó?
—Manosear podría ser un poco fuerte. Sin embargo, me agarró del tobillo.
Gonzalo deja salir un suspiro. —Sólo hazlo por mí, Paula. Vuelve a llamarme cuando lo tengas a él y a todas tus cosas dentro.
—Está bien —gimo, reconociendo la preocupación en su voz.
Cuelgo y abro la puerta. El tipo borracho cae sobre su hombro, y su teléfono móvil se desliza de su mano y aterriza en el suelo junto a su cabeza. Lo pongo sobre su espalda y bajo la mirada hacia él. Abre sus ojos una rendija e intenta alzar la mirada hacia mí, pero sus párpados se cierran otra vez.
—Tú no eres Gonzalo —murmura.
—No. No lo soy. Pero soy tu nueva vecina, y por lo que parece, estás a punto de deberme al menos cincuenta tazas de azúcar.
Lo levanto por sus hombros y trato de conseguir que se siente, pero no lo hace. En realidad no creo que pueda.
¿Cómo llega una persona siquiera a emborracharse tanto?
Agarro sus manos y tiro de él centímetro a centímetro hacia el interior del apartamento, deteniéndome cuando está lo suficientemente dentro como para que sea capaz de cerrar la puerta. Recupero todas mis cosas del exterior del apartamento, luego cierro y bloqueo la puerta. Tomo un cojín del sofá, levanto su cabeza y lo pongo de costado por si acaso vomita mientras duerme.
Y esa es toda la ayuda que va a recibir de mí.
Cuando está cómodamente dormido en mitad del suelo de la sala de estar, lo dejo allí mientras voy a echar un vistazo por el apartamento.
Sólo en la sala de estar podrían caber tres salas de estar del último apartamento de Gonzalo. La zona del comedor se abre hacia la sala, pero la cocina está separada por una media pared. Hay varias pinturas modernas a través de la habitación, y los gruesos y lujosos sofás son de color marrón claro, suavizados por las vibrantes pinturas. La última vez que me quedé con él, tenía un futón, un puf y posters de modelos en las paredes.
Creo que mi hermano podría haber crecido, finalmente.
—Muy impresionante, Gonzalo —digo en voz alta mientras voy de habitación en habitación y enciendo todas las luces, inspeccionando la que acaba de convertirse en mi casa temporal. Como que odio que sea tan bonita. Haría más difícil querer encontrar mi propia casa una vez que consiga ahorrar suficiente dinero.
Entro en la cocina y abro el refrigerador. Hay una fila de
condimentos en la puerta, una caja de restos de pizza en el estante del medio y un recipiente de leche completamente vacío todavía colocado en el estante superior.
Por supuesto que no tiene alimentos. No podría haber esperado que él cambiara por completo.
Tomo una botella de agua y salgo de la cocina para ir a buscar la habitación en la que viviré durante los próximos meses. Hay dos dormitorios, así que tomo el que no es de Gonzalo y coloco mi maleta encima de la cama. Tengo alrededor de tres maletas más y al menos seis cajas en el coche, por no mencionar toda mi ropa en perchas, pero no
estoy a punto de tratar con eso esta noche. Gonzalo dijo que regresaría por la mañana, así que le dejaré eso a él.
Me cambio a un par de pantalones de chándal y un top, luego me cepillo los dientes y me preparo para acostarme.
Normalmente, estaría nerviosa por el hecho de que hay un extraño en el mismo apartamento en el que estoy, pero tengo la sensación de que no necesito preocuparme.
Gonzalo nunca me pediría que ayudara a alguien que él sintiera que podría ser, de cualquier forma, una amenaza para mí. Lo cual me confunde, porque si este es el comportamiento común de Pedro, me sorprende que
Gonzalo me haya pedido que lo deje entrar.
Gonzalo nunca ha confiado en que haya chicos conmigo, y culpo a Blake por eso. Él fue mi primer novio serio cuando yo tenía quince años, y era el mejor amigo de Gonzalo. Blake tenía diecisiete, y experimenté un enorme flechazo por él durante meses. Por supuesto, mis amigas y yo teníamos enormes flechazos por la mayoría de los amigos de Gonzalo, simplemente porque ellos eran mayores que nosotras.
Blake venía la mayoría de los fines de semana para quedarse por la noche con Gonzalo, y siempre parecíamos encontrar una manera de pasar tiempo juntos cuando Gonzalo no prestaba atención. Una cosa llevó a la otra, y después de varios fines de semana de escabullirnos, Blake me dijo que quería hacer oficial nuestra relación. El problema fue que no previó la manera en que iba a reaccionar Gonzalo una vez que él rompiera mi corazón.
Y vaya si lo rompió. Tanto como puede romperse el corazón de una chica de quince años después de una relación secreta de dos semanas.
Resultó que estaba saliendo oficialmente con unas cuantas chicas durante las dos semanas que estuvo conmigo. Una vez que Gonzalo lo descubrió, su amistad se acabó, y todos los amigos de Gonzalo fueron advertidos de no acercarse a mí. Me resultó casi imposible tener citas en la escuela
secundaria hasta después de que Gonzalo se alejó. Incluso entonces, los chicos habían oído historias de horror y tendían a mantenerse alejados de la hermana pequeña de Gonzalo.
Por mucho que lo odiaba por aquel entonces, le daría la bienvenida ahora. He tenido mi parte justa de relaciones que han ido mal desde la escuela secundaria. Viví con mi novio más reciente durante más de un año antes de que nos diéramos cuenta de que queríamos dos cosas distintas en la vida. Él me quería en casa. Yo quería una carrera.
Así que ahora estoy aquí. Persiguiendo mi maestría en enfermería y haciendo lo que puedo para evitar las relaciones. Tal vez vivir con Gonzalo no será tan malo, después de todo.
Me dirijo de regreso a la sala de estar para apagar las luces, pero cuando giro en la esquina, me detengo inmediatamente.
Pedro no sólo se ha levantado del suelo, sino que se encuentra en la cocina, con la cabeza presionada contra sus brazos doblados sobre la encimera de la cocina. Está sentado en el borde de un taburete, y parece como si estuviera a punto de caerse de él en cualquier segundo. No puedo decir si está durmiendo otra vez, o simplemente intentando recuperarse.
—¿Pedro?
No se mueve cuando digo su nombre, así que camino hacia él y coloco mi mano delicadamente sobre su hombro para sacudirlo y despertarlo. Al segundo en que mis dedos aprietan su hombro, él jadea y se sienta erguido como si acabara de despertarlo en medio de un sueño.
O una pesadilla.
Inmediatamente, se baja del taburete sobre sus muy inestables piernas. Empieza a tambalearse, así que paso su brazo por encima de mi hombro e intento sacarle de la cocina.
—Vamos al sofá, amigo.
Él deja caer su frente contra el lateral de mi cabeza y se tropieza junto conmigo, haciendo incluso más difícil sostenerlo de pie. —Mi nombre no es amigo —dice articulando mal—. Es Pedro.
Llegamos hasta el sofá, y empiezo a separarlo de mí. —Está bien, Pedro. Quién quiera que seas. Simplemente ve a dormir.
Cae sobre el sofá, pero no deja ir mis hombros. Caigo con él e inmediatamente intento apartarme.
—Romina, no —suplica, agarrándome por el brazo, intentando tirar de mí hacia el sofá con él.
—Mi nombre no es Romina —digo, liberándome de su agarre de hierro—. Es Paula—No sé por qué le aclaro cuál es mi nombre, porque no es como si él fuera a recordar esta conversación mañana. Camino hasta donde se encuentra el cojín y lo recojo del suelo.
Hago una pausa antes de volver a dárselo, porque él está sobre su costado ahora, y su cara se encuentra presionada contra el sofá. Su agarre allí es tan fuerte que sus nudillos están blancos. Al principio, pienso que está a punto de vomitar, pero entonces me doy cuenta de lo increíblemente
equivocada que estoy.
No está a punto de vomitar.
Está llorando.
Con fuerza.
Tan fuerte que ni siquiera hace ruido.
Ni siquiera conozco al tipo, pero la obvia devastación que está experimentando es difícil de presenciar. Bajo la mirada hacia el pasillo y de nuevo a él, preguntándome si debería dejarlo solo para darle privacidad.
La última cosa que quiero hacer es verme envuelta en los problemas de alguien. He tenido éxito evitando la mayoría de las formas de drama en mi círculo de amigos hasta este punto, y estoy terriblemente segura de que no quiero empezar ahora. Mi primer instinto es alejarme, pero por alguna razón, me encuentro a mí misma sintiéndome extrañamente compasiva hacia él. Su dolor en realidad parece genuino y no sólo el resultado de un consumo excesivo de alcohol.
Me pongo de rodillas delante de él y toco su hombro. —¿Pedro?
Él inhala una enorme bocanada de aire, alzando su rostro hacia mí lentamente. Sus ojos son meras rendijas inyectadas en sangre. No estoy segura de si es gracias al llanto o al alcohol. —Lo siento mucho, Romina— dice, levantando una mano hacia mí. La envuelve alrededor de mi nuca y tira de mí hacia él, enterrando su rostro en el hueco entre mi cuello y mi hombro—. Lo siento mucho.
No tengo ni idea de quién es Romina o qué le hizo él, pero si está así de herido, me estremezco al pensar en lo que debe de sentir ella. Tengo la tentación de encontrar su teléfono, buscar su nombre y llamarla para que pueda venir a rectificar esto. En cambio, lo empujo suavemente de nuevo
contra el sofá. Coloco su almohada y lo insto a apoyarse en ella. — Duerme, Pedro —digo amablemente.
Sus ojos están tan llenos de dolor cuando se deja caer sobre la almohada. —Me odias tanto —dice mientras agarra mi mano. Sus ojos se cierran otra vez, y libera un pesado suspiro.
Lo miro fijamente en silencio, permitiéndole mantener sujeta mi mano hasta que está en silencio y tranquilo, y no hay más lágrimas.
Aparto mi mano de la suya, pero me quedo a su lado durante unos minutos más.
Incluso aunque está dormido, de algún modo todavía parece como si estuviera en un mundo de dolor. Sus cejas están fruncidas, y su respiración es esporádica, fallando al caer en un patrón pacífico.
Por primera vez noto una leve y áspera cicatriz de unos diez
centímetros, que recorre todo el lado derecho de su mandíbula. Se detiene a cinco escasos centímetros de sus labios. Tengo la extraña urgencia de tocarla y pasar mi dedo a lo largo de su longitud, pero en cambio, mi mano se extiende hasta su cabello. Es corto en los lados, un poco más largo en la parte superior, y la combinación perfecta de castaño y rubio. Acaricio su pelo, consolándole, incluso aunque puede que no lo merezca.
Este tipo podría merecer cada pizca de remordimiento que siente por lo que sea que le hizo a Romina, pero al menos lo está sintiendo. Tengo que concederle eso.
Lo que sea que hizo, al menos la ama lo suficiente para arrepentirse.
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Qué buena que está. Ya me atrapó
ResponderEliminarSegunda atrapada Carme jajajajajaj
ResponderEliminarMe encantó!!! Ya me quedé con intriga, me enganchó mal!
ResponderEliminarBuenísimo, seguí subiendo!!
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