PEDRO
Seis años antes…
Ian lo sabe.
Tuve que decirle. Después de la primera semana de escuela, él sabía
que todo se había convertido en Romina.
Romina sabe que Ian sabe. Romina sabe que él no dirá nada.
Le di a Romina mi habitación cuando se mudó aquí, y tomé la
habitación disponible. Mi habitación es la única que tiene
baño propio. Quiero que Romina tenga la mejor habitación.
—¿Quieres esta caja aquí? —le pregunta Ian a Romina.
Romina quiere saber qué es, y él le dice que son sus sostenes y bragas.
—Pensé que tal vez sólo debería ir y ponerlo en la habitación de Pedro.
Romina rueda los ojos hacia Ian. —Cállate —le dice. Él ser ríe.
Le gusta estar en toda la cosa privada. Es el por qué
nunca lo dirá. Conoce el poder de los secretos.
Ian se va luego de que las cajas están desempacadas. Mi padre me pasa
en el pasillo y se detiene. Que se detenga significa que debería
detenerme, también.
—Gracias, Pedro.
Piensa que estoy de acuerdo con esto. Con el hecho de que le esté
Permitiendo a otra mujer eliminar los recuerdos de mi madre.
No estoy de acuerdo con ello.
Sólo pretendo que estoy de acuerdo con ello, porque nada de eso
importa. Romina importa.
No él.
—No hay problema —digo.
Comienza a caminar, luego se detiene de nuevo. Me dice que
aprecia que sea lindo con Romina. Dice que desea que él
y mamá pudieran haberme dado una hermana cuando era más joven.
Dice que soy un buen hermano.
Las palabras son horribles cuando salen de su boca.
Camino de regreso a la habitación de Romina. Cierro la puerta.
Somos sólo nosotros dos.
Sonreímos.
Camino hacia ella y envuelvo mis brazos a su alrededor, luego beso su
cuello. Han pasado tres semanas desde la primera noche que la besé.
Puedo contar las veces que nos hemos besado desde entonces.
No podemos interactuar así en la escuela.
No podemos interactuar así en público.
No podemos interactuar así frente a nuestros padres. Solo puedo
tocarla cuando estamos solos, y no hemos podido estar
solos mucho tiempo en las últimas tres semanas.
¿Ahora?
Ahora la beso.
—Necesitamos algunas pautas para no meternos en problemas —dice.
Se aparta de mí. Se sienta en mí
escritorio, y yo me siento en mi cama.
Bueno… se sienta en su escritorio, y yo me siento en su cama.
—Primero —dice—, no andarnos besándonos cuando ellos estén en casa.
Es demasiado arriesgado.
No quiero acceder a esa regla, pero estoy asintiendo.
—Segundo, sin sexo.
Ya no estoy asintiendo.
—¿Nunca? —le pregunto.
Ella está asintiendo. Oh, en serio odio ese asentimiento.
—¿Por qué?
Suspira pesadamente. —El sexo lo hará mucho más difícil cuando nuestro
tiempo se termine. Lo sabes.
Tiene razón. También está completamente equivocada, pero siento que
se dará cuenta de ello después.
—¿Puedo preguntar cuál es la regla número tres antes de acceder a la
regla número dos?
Se ríe. —No hay regla número tres.
Me río. —Entonces, ¿el sexo es lo único fuera de los límites? Y estamos
Hablando de penetración, ¿cierto? ¿No oral?
Se cubre el rostro con sus manos. —Oh, por Dios, ¿tienes que ser
tan específico?
Es linda cuando está avergonzada. —Sólo aclarando. Tengo
una vida de cosas que quiero hacerte y sólo me quedan seis meses
para hacerlas todas.
—Dejemos lo específico para las situaciones —dice.
—Bastante justo —digo, admirando el sonrojo en sus mejillas.
—¿Romina? ¿Eres virgen?
Sus mejillas se ponen más rojas. Niega con la cabeza y me dice
que no. Me pregunta si me molesta.
—Para nada —digo, siendo honesto.
Pregunta si soy virgen, pero su voz es tímida cuando lo hace.
—No —digo—. Pero ahora que te conozco, como que desearía serlo.
Le gusta que le diga eso.
Me levanto y me preparo para ir a mi habitación, y comenzar
a reacomodar. Antes de salir bloqueo la puerta de su habitación desde
dentro, luego me giro y le sonrío.
Lentamente camino hacia ella.
La tomo de las manos y la levanto. Envuelvo mi brazo alrededor
de su espada baja y la tiro contra mí.
La beso.
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