PEDRO
Seis años antes…
Todo es mejor ahora que tengo a Romina.
Quedarme dormido es mejor sabiendo que Romina duerme justo al
otro lado del pasillo.
Despertarse es mucho mejor sabiendo que Romina
se está despertando al otro lado del pasillo.
Ir a la escuela es mejor, ahora que vamos juntos.
—Hay que faltar hoy —Le digo a Romina cuando aparcamos en el
estacionamiento de la escuela.
Estoy seguro de que saltarse clases es incluso mejor con Romina.
—¿Qué pasa si nos atrapan?
No suena como si realmente le preocupara que nos atraparan.
—Espero que nos atrapen —digo—. Eso significaría que estaremos
castigados. Juntos. En la misma casa.
Mis palabras hacen a Romina sonreír. Se estira en el asiento y
desliza su mano en mi cuello. Amo cuando hace eso.
—Estar castigada contigo suena muy divertido. Hay que hacerlo —Se
endereza y me da un simple y rápido toque en los labios.
Los besos simples son mejores cuando vienen de Romina.
—Haces que todo sea mejor —digo—. Mi vida. Es mejor
contigo en ella.
Mis palabras hacen sonreír a Romina otra vez. Romina no lo sabe,
pero cada palabra que hablo es dicha por esa sola razón. Para
hacerla sonreír.
Salgo del estacionamiento y le digo a Romina que vamos a la
playa. Dice que quiere su traje de baño, así que vamos a
casa primero, por nuestros trajes de baño. También empacamos el
almuerzo y una toalla.
Vamos a la playa.
Romina quiere broncearse mientras lee.
Yo quiero ver a Romina broncearse mientras lee.
Está recostada en su estómago, apoyada en sus codos. Descanso la
cabeza en mis brazos y la miro.
Mis ojos siguen las curvas de sus hombros… la
oscilación de su espalda… la manera en que sus rodillas
están dobladas y sus piernas están levantadas en el aire con los pies
cruzados en los tobillos.
Romina está feliz.
Hago a Romina feliz.
Hago la vida de Romina mejor.
Su vida es mejor conmigo en ella.
—Romina—susurro.
Pone su marca páginas dentro del libro y lo cierra, pero
no me mira.
—Quiero que sepas algo.
Asiente, pero cierra sus ojos como si quisiera enfocarse
en mi voz y en nada más.
—Cuando mi mamá murió, dejé de creer en Dios.
Descansa la cabeza en sus brazos y mantiene los ojos cerrados.
—No creía que Dios hiciera que alguien tuviera que atravesar ese
dolor físico. No creía que Dios fuera capaz de hacer a alguien pasar
por algo tan feo.
Lágrimas caen de los ojos cerrados de Romina.
—Pero cuando te conocí, y cada día desde entonces, me he
preguntado cómo puede siquiera haber alguien tan hermoso si no
existiera un Dios.
Me he preguntado cómo alguien puede hacerme tan increíblemente
feliz si Dios no existiera. Y he comprendido… justo
ahora…. que Dios nos da lo feo para que no tomemos
las cosas hermosas de la vida a la ligera.
Mis palabras no hicieron a Romina sonreír.
Mis palabras hicieron que Romina frunciera el ceño.
Mis palabras hicieron a Romina llorar.
—Pedro—susurra.
Dice mi nombre tan calladamente, como si no quisiera que
la oyera.
Me mira, y puedo ver que este momento no es uno de los más
hermosos para ella. No como lo es para mí.
—Pedro… tengo un retraso.
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