miércoles, 8 de octubre de 2014

CAPITULO 28



PEDRO



Seis años antes…



Acaricio su espalda tranquilizadoramente. —Dos minutos más —le digo.
Asiente, pero mantiene la cara presionada en las palmas de
sus manos. No quiere mirarme.
No le digo que de hecho no necesitamos esos dos minutos. No le
digo que los resultados ya están ahí, claros como el día.
Aun no le digo a Romina que está embarazada, porque aún le
quedan dos minutos de esperanza.
Continúo acariciando su espalda. Cuando el tiempo se acaba,
no se mueve. No se gira para ver los resultados. Agacho
la cabeza al lado de la suya hasta que mi boca está
en su oído.
—Lo siento, Romina —susurro—. Lo siento mucho.
Estalla en llanto.
Mi corazón se rompe con el sonido.
Esto es mi culpa. Esto es toda mi culpa.
La única cosa en la que puedo pensar ahora es encontrar
como retractarme de eso.
Me giro hacia ella y envuelvo los brazos a su alrededor. —Les diré
que no nos sentimos bien y que no puedes ir a la escuela hoy. Yo
quiero que te quedes aquí hasta que regrese.
Ni siquiera asiente. Continúa llorando, así que la cargo
y la llevo a la cama. Regreso al baño y
empaco la prueba, luego la escondo debajo del lavabo
hasta atrás. Entro a mi cuarto y me cambio la ropa.
Me voy.
Me voy la mayor parte del día.
Estoy retractándome.
Cuando finalmente aparco en nuestra casa, sigo teniendo por lo menos
una
hora antes de que mi padre y Lisa lleguen. Agarro todo
lo que está en el asiento delantero y entro para revisarla. Dejé mi
teléfono atrás en mi carrera esta mañana, así que no he tenido forma
de contactarla para nada, y estaría mintiendo si dijera que no mataba.
Entro.
Voy a su puerta.
Intento abrirla, pero está bloqueada.
Toco.
—¿Romina?
Escucho movimientos. Algo se estrella contra la puerta, y
salto hacia atrás. Cuando me doy cuenta de que sucede, camino hacia
adelante
otra vez y golpeo la puerta. —¡Romina! —grito, frenético—. ¡Abre
la puerta!
La escucho llorar. —¡Vete!
Retrocedo dos paso, luego me lanzo hacia adelante, estrellando
mi hombro en la puerta tan fuerte como puedo. La puerta se abre
y me apresuro dentro. Romina está enrollada en la cabecera,
llorando en sus manos. La alcanzo.
Me empuja lejos.
Vuelvo a ella.
Me da una bofetada, luego sale de la cama. Se pone de pie, empujándome,
golpeando sus palmas contra mi pecho. —¡Te odio! —grita
a través de sus lágrimas. Agarro sus manos y trato de calmarla.
La enoja más—. ¡Solo vete! —grita—. ¡Si no quieres
tener nada que ver conmigo, solo vete!
Sus palabras me detienen.
Romina, detente —ruego—. Estoy aquí. No voy a ir a ningún lado.
Sus lágrimas son más ahora. Me grita. Dice que
la dejé. La puse en la cama esta mañana y la dejé por que
no podía manejarlo. Estaba decepcionado de ella.
Te amo, Romina. Más de lo que me amo a mi mismo.
—Nena, no —digo, atrayéndola hacia mí—. No te dejé. Te dije que
regresaría.
Odio que no entienda porque me marché hoy.
Odio no habérselo explicado.
La llevo de nuevo a la cama, y la posiciono recargada en la
cabecera. —Romina —digo, tocando su mejilla manchada
de lágrimas—.
No estoy decepcionado de ti —digo—. Ni un poco. Estoy
decepcionado de mí mismo. Así que quiero hacer todo lo
posible para que esto funcione para ti. Para nosotros. Eso es lo que
he estado haciendo hoy. He estado tratando de encontrar una manera
para hacer esto mejor para nosotros.
Me levanto y agarro las carpetas, esparciéndolas en
la cama, mostrándole todo. Le muestro los folletos de la vivienda
familiar que tomé del campus. Le muestro los formularios
que
tenemos que llenar para la guardería gratis del campus. Le muestro los
folletos
de ayuda financiera y las clases de noche y el examen de
curso en línea y la lista de asesores académicos y como todo
se coordinará con mi horario de clases de vuelo. Todas las posibilidades se
abren delante de ella, y quiero que vea que
a pesar de que no queríamos esto, a pesar de que no lo habíamos
planeado... podemos hacer esto.
—Sé que será mucho más difícil con un bebé, Romina. Sé eso.
Pero no es imposible.
Se queda mirando todo lo que puse frente a ella. La miro
en silencio hasta que sus hombros se empiezan a sacudir y cubre
su boca con su mano. Encuentra mi mirada mientras enormes lágrimas
caen de sus ojos. Se arrastra hacia adelante y arroja los
brazos en mi cuello.
Me dice que me ama.
Me amas tanto, Romina.
Me besa una y otra vez.
—Superaremos esto, Pedro —susurra en mi oído.
Asiento y la abrazo de vuelta. —Superaremos esto, Romina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario