PEDRO
Me detengo en la entrada de mi dormitorio y la observo dormir. Ella no lo sabe, pero hago esto cada mañana desde que está aquí conmigo. Ella es la que hace que comience mi día con buen pie.
La primera vez que hice esto fue la mañana después de que la conocí. No recordaba mucho de la noche anterior. La única cosa que recordaba era a ella. Me encontraba en el sofá, y ella acariciaba mi cabello, susurrando, diciéndome que me fuera a dormir. Cuando me desperté en el
apartamento de Gonzalo la mañana siguiente, no la podía sacar de mi cabeza. Pensé que había sido un sueño, hasta que vi su cartera en la sala de estar.
Eché un vistazo en su habitación sólo para ver si alguien se
encontraba en el apartamento conmigo. Lo que sentí en el momento que puse mis ojos en ella fue algo que no sentí desde el momento que por primera vez puse mis ojos en Romina.
Sentí como si flotaba. Su piel, su cabello, sus labios y la forma en que se veía como un ángel mientras me quedaba de pie allí y la observaba, trajeron de regreso muchos sentimientos que se habían convertido extraños para mí en los últimos seis años.
Había pasado tanto tiempo rehusándome a permitirme sentir nada por nadie.
No es que controlara los sentimientos que experimenté hacia Paula ese día. No los pude haber controlado si hubiera querido.
Lo sé, porque lo intenté.
Lo intenté con todas mis fuerzas.
Pero en el segundo que ella abrió los ojos y me miró, lo supe. Iba a terminar matándome… o iba a ser la que finalmente me trajera de vuelta a la vida.
El único problema que tenía con eso era el hecho de que no quería ser traído de vuelta a la vida. Me sentía cómodo. Protegerme de la posibilidad de experimentar lo que experimenté en el pasado era mi única prioridad. Sin embargo, hubo muchos momentos donde me olvidé de cuál
se suponía que era mi única prioridad.
Cuando finalmente cedí y la besé, ese fue el punto en el cual todo cambió. Quería muchísimo más después de experimentar ese beso con ella. Quería su boca, su cuerpo y su mente, y la única razón que me detuvo fue que me sentí también queriendo su corazón. Sin embargo, era bueno mintiéndome a mí mismo. Convenciéndome que era lo
suficientemente fuerte para tenerla físicamente y no de ninguna otra manera. No quería salir lastimado de nuevo, y con toda seguridad no quería lastimarla.
Sin embargo, lo hice de todos modos. La lastimé tanto. Más de una vez. Ahora planeo pasar toda una vida compensándoselo.
Camino hacia mi cama y me siento en el borde. Ella siente la cama moverse, y abre los ojos pero no por completo. Un atisbo de una sonrisa se muestra en sus labios antes de que coloque las sábanas sobre su cabeza y se dé la vuelta.
Oficialmente comenzamos a salir hace seis meses, y ese ha sido el tiempo suficiente para darme cuenta que no es en absoluto una persona madrugadora. Me inclino hacia delante y beso el área de la sábana cubriendo su oreja.
—Despierta, dormilona —le susurro.
Ella se queja, así que levanto las sábanas y me deslizo detrás de ella, envolviéndome a su alrededor. Su quejido finalmente se convierte en un suave gemido.
—Paula, tienes que levantarte. Tenemos que tomar un avión.
Eso llama su atención.
Se da la vuelta con cautela y quita las sábanas de nuestras cabezas.
—¿A qué demonios te refieres con que tenemos que tomar un avión?
Estoy sonriendo, intentando contener mi anticipación. —Levántate, vístete, vamos.
Me está mirando con recelo, lo cual tiene todo el sentido,
considerando que ni siquiera son las cinco de la mañana todavía. —Sé que sabes lo raro que es para mí tener un día libre completo, así que será mejor que esto valga la pena.
Me río y le doy un beso rápido. —Todo eso depende de nuestra capacidad de ser puntual. —Me levanto y golpeo el colchón varias veces con las palmas de mis manos—. Así que levántate, levántate, levántate.
Se ríe y se quita las sábanas completamente. Se mueve hacia el borde de la cama, y la ayudo a incorporarse. —Es difícil permanecer irritada contigo cuando estás así de atolondrado, Pedro.
*****
Llegamos al vestíbulo, y Cap está esperando en el ascensor justo como se lo pedí. Tiene el jugo de Paula en un vaso para llevar y nuestro desayuno. Me encanta la relación que ellos tienen. Estaba un poco preocupado de revelarle a Paula que había conocido a Cap toda mi vida.
Cuando finalmente le dije, se irritó con los dos. Más que todo porque asumió que Cap me decía todo lo que ella le confesaba.
Le aseguré que Cap no haría eso.
Sé que no lo haría, porque Cap es una de las pocas personas en este mundo en las que confío.
Él sabía las cosas apropiadas para decirme sin parecer como si me estuviera regañando o dándome un consejo.
Siempre decía lo suficiente para hacerme pensar largo y tendido sobre mi situación con Paula.
Afortunadamente, es uno de las pocas personas que se hacen más sabio con la edad. Sabía lo que hacía con ambos todo el tiempo.
—Buenos días, Paula —le dice, sonriendo de oreja a oreja.
Le tiende su brazo para que lo agarre, y ella mira de un lado a otro entre nosotros.
—¿Qué está pasando? —le pregunta a Cap mientras comienza a llevarla hacia la salida del vestíbulo.
Él sonríe. —El chico está a punto de llevarme en mi primer viaje en avión. Yo quería que vinieras también.
Ella le dice que no cree que esta sea su primera vez en un avión.
—Es cierto —le dice—. Sólo porque tengo el apodo no significa que alguna vez he estado en un avión real.
La mirada de agradecimiento que me da por encima de su hombro es suficiente para declarar este día como uno de mis favoritos, y ni siquiera ha amanecido todavía.
*****
—¿Estás bien ahí atrás, Cap? —le digo por el auricular. Está sentado justo detrás de Paula, mirando por la ventana.
Me da una señal de aprobación con el pulgar arriba, pero no aparta los ojos de la ventana. El sol ni siquiera se ha asomado por las nubes todavía, y no hay mucho para ver en este punto. Sólo hemos estado en el avión diez minutos, pero estoy bastante seguro que está tan fascinado y encantado como esperaba que lo estuviera.
Regreso mi atención a los controles hasta que alcanzo la altitud óptima, y luego silencio los auriculares de Cap. Miro a Paula, y ella me está mirando, observándome con una sonrisa de aprecio desplegada en sus labios.
—¿Quieres saber por qué estamos aquí? —pregunto.
Mira por encima de su hombro a Cap y luego de regreso a mí. — Porque él nunca ha hecho esto antes.
Niego con la cabeza, eligiendo el momento oportuno. —¿Recuerdas el día que regresábamos de la casa de tus padres después del Día de Acción de Gracias?
Asiente, pero sus ojos están curiosos ahora.
—Preguntaste como era experimentar el amanecer desde aquí arriba.No es algo que pueda ser descrito, Paula. —Señalo su ventana—. Sólo tienes que experimentarlo por ti misma.
Inmediatamente se gira y mira por la ventana. Con las palmas de sus manos presionadas contra el cristal, y durante cinco minutos seguidos, no mueve un músculo. Lo observa todo el tiempo, y no sé cómo, pero me enamoro aún más de ella en ese momento.
Cuando el sol se ha asomado en las nubes y el avión está
completamente lleno con la luz del día, finalmente se gira para mirarme.
Sus ojos están llenos de lágrimas, y no dice ni una palabra.
Sólo extiende su mano en busca de la mía y la sostiene.
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